viernes, 13 de enero de 2012

La Justicia, ese gran desconocido

El tema que me ha inflado los correspondientes motivos para escribir hoy no es otro que la ya tan visible Torre Cajasol, el rascacielos que crece a pasos agigantados en la Isla de la Cartuja de Sevilla. Más allá de entrar a valorar lo acertado o no de su construcción, lo que me produce una mezcla de risa y pena es el debate sobre la conveniencia o no de seguir con el proyecto. ¿De verdad cabe la posibilidad de, tras años de obras y miles de millones invertidos, parar el mastodonte? ¿De echarlo abajo? Pues sí, cabe. Y ese es el problema. Que aquí somos tan imbéciles que permitimos que las cosas se hagan sin consentimiento, pensando que, total, como ya hemos empezado, no nos van a decir que paremos ahora. Y la Justicia es quien, casi tres años después de que empezasen las obras, todavía no ha emitido un veredicto.

Otro asunto con el que me hierve la sangre y que ha logrado que mi confianza en la Justicia sea la que es, es la reincidencia. Y no hablo de reincidir 2 ó 3 veces, no. El otro día escuchaba en la radio cómo a los carteristas del Metro de Barcelona, con más de 200 detenciones a sus espaldas, los seguían poniendo de patitas en la calle a la media hora de ser pescados con la mano en bolsos ajenos. De repente imaginé la situación a la entrada de la comisaría: 

- Hombre Florin, ¿otra vez por aquí? Ayer te eché en falta
- Sí agente, es que ayer era domingo, y yo los domingos libro

- Bueno, ¿y la familia? ¿Todos bien? 
- Sí agente, ya sabe, Ileana embarazada, pero no deja de trabajar

- Eso está bien. ¿Qué ha sido esta vez? ¿Cartera, bolso, móvil?
- No agente, una cámara de fotos. Es que es más fácil venderla luego

- Te las sabes todas Florin. Venga, firma aquí y promete que vas a ser bueno a partir de ahora
- Claro agente, como siempre

- ¿Quieres un café?
- Sí agente. Con doble de azúcar, ya sabe. Como siempre



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